“SER MADRE SIN DEJAR DE SER MUJER”

por Alejandra Peredo

A tiempo de honrar la labor indescriptible que cumple la mujer al ser madre y en homenaje a ese maravilloso ser, que es capaz de dar vida con la bendición de Dios y quien merece toda nuestra admiración y respeto, hoy quiero transmitir un mensaje para todas aquellas mujeres que como yo son madres y también son trabajadoras.

Muchas de las mamás que trabajamos tenemos un gran reto; encontrar además nuestro papel como mujer. La sociedad nos “conmina” a que nos centremos en la educación, cuidado y crecimiento de los hijos una vez que los tenemos; además, nos bombardea constantemente con lo complicado que es balancear el papel de madre con el de trabajadora, con el de pareja, con el de ciudadana y con el de ser mujer.

Las mujeres que podemos trabajar y cuidar a nuestros hijos somos vistas como “exitosas”, cuando detrás de esta disposición existe sacrificio y se logra a costa de otros intereses o metas que también son importantes. Se nos ve como una “excepción” al rol tradicional de la madre que deja la carrera y su identidad en segundo término para ser mamá.

El estereotipo de llegar a la cima y concebirnos mujer, únicamente hasta que somos madres ya no va más, ahora las mujeres también queremos ser piezas fundamentales de la sociedad, aportar, promover cambios y explorar roles nuevos y aún así también permitirnos ser madres.

Sin embargo, es importante resaltar que ser tantas cosas también tiene un costo sobre la identidad personal de las mujeres, no nos queda mucho tiempo o muchas ganas de ser “nosotras”, de encontrarle propósito a nuestra vida, de seguir nuestras metas y sueños, de simplemente “ser” mujer.

Ser madre es una experiencia fascinante, un privilegio exclusivo a nuestro sexo, un regalo y un don incomparable que Dios nos otorga y que nos cambia por completo la manera de ver la vida.
Esto no está en ningún momento peleado con tener sueños profesionales, de vida, querer viajar, escribir un libro, romper récords, llegar hasta donde ninguna ha llegado. Lo que quiero trasmitir es que el rol de madre no debe ser limitativo, ni debe encasillarnos; debe liberarnos, impulsarnos y mejorarnos como personas.

Ser madre implica una gran transformación en la vida de toda mujer, que si no es consciente, puede llevarla a olvidarse de sí misma.
Una mujer puede ser una gran madre, sin dejar de ser una gran mujer. Antes de ser madre, la persona ya es una mujer. Más allá de la definición biológica, ser mujer implica ser la persona que siempre has sido, que te gusta y que te gustaría ser; Implica saber desenvolverse en cualquier ámbito de la vida, sea el físico, el emocional, el espiritual, el familiar o el sexual para alcanzar la plenitud.

Ser madre es una gran bendición, participar en el proceso de creación de una nueva persona es simplemente un milagro; pero también es una labor que exige de una gran dedicación y sacrificio, pues un hijo cuando es pequeño depende totalmente de su madre para sobrevivir, de hecho, se dice que cuando una mujer es madre, sus preocupaciones se multiplican por dos, en su afán por cuidar de la mejor manera a su bebé, puede que olvide sus propias necesidades, aquellas que eran más sencillas de satisfacer antes de la llegada del hijo.

Según el rol impuesto por la sociedad en el papel de madre, la mujer debe sacrificar sus metas, deseos y tiempo para cumplir el “deber ser” de una madre; en otras palabras, invierte el orden de ser mujer y madre para convertirse en madre y después mujer.
Si eres una mujer que se sacrifica a sí misma por el bienestar de sus hijos, entonces la sociedad te dirá que eres la mejor madre del mundo. Sin embargo, tal vez no te juzgue del mismo modo si de vez en cuando decides darte un tiempo para ti.

Y es que se tiende a creer lo siguiente: puedes ser la mejor madre, pero olvidar que eres mujer; o bien, ser una gran mujer, pero no ser una buena madre.

El equilibrio es la clave, para saciar las necesidades individuales es preciso recuperar tus espacios individuales, delegar tareas y ceder algunas responsabilidades. Sabemos que las madres son tan capaces que podrían hacerlo todo por ellas mismas. No obstante, tales conductas de super heroínas no suelen conducir a estados saludables, sino todo lo contrario, por eso es necesario buscar la manera de conciliar tus obligaciones con tus necesidades. No estás sola, puedes apoyarte en tu pareja, familiares y amigos para hacerle frente a los retos de la maternidad, en lugar de sacrificarte totalmente.

Puede que llegues a sentirte culpable por pensar un poco en ti y no en tus hijos, esposo o familia primero; pero recuerda que como cualquier otra persona, debes cuidarte y dedicar un tiempo a tus necesidades. Esto es de vital importancia, para ser mejor madre, debes empezar a cuidar de ti misma. Dedicarte un poco de tiempo te permitirá guardar el equilibrio para ser madre sin dejar de ser mujer.

Nadie es perfecto, y si notaste que debes trabajar en ti misma, toma la iniciativa y haz lo que esté en tus manos para mejorar.
No olvides que Dios nos ha creado con la capacidad de entregar amor incondicional por nuestros hijos y además con la habilidad de lograr todo lo que nos propongamos sin necesidad de posponernos como mujeres y aun así seguir siendo madres.

Para mi el ser madre de mis tres hijos es el mejor regalo, el más grande tesoro y la mayor bendición en mi vida, con ellos he aprendido a que el amor sin condiciones existe, a ver el mundo desde otra perspectiva, a ser mejor persona cada día y que por ellos soy capaz de hacer hasta lo imposible.

Ser madre es sin duda alguna uno de los mayores y más maravillosos retos al que se enfrenta una mujer en esta vida, pero es apta para cumplirlo mejor que nadie, ella es sensible, pero no frágil, delicada pero fuerte y valiente, sin duda alguna ella es ¡una creación perfecta!

“Muchas Mujeres han realizado proezas, pero tu las superas a todas”
(Proverbios 31:29)

por Alejandra Peredo • Agente Asociada RE/MAX UNO

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